En esta reflexión se cruzan política, filosofía y vida cotidiana para entender por qué la insatisfacción parece marcar todos los tiempos de la Argentina. Aunque algo esté bien, siempre habrá alguien que señale “la sábana mal doblada”. Y ese malestar, lejos de ser anecdótico, se vuelve territorio de la política: identificar lo que nadie está pensando y construir respuestas donde todavía hay vacío.
Aparece también una autocrítica generacional: durante décadas se estimuló la idea de que la realización personal se medía por la acumulación material. Tener auto, dólares, teléfonos, aires acondicionados, vacaciones. Una lógica que el peronismo alimentó en algunos tramos y que el macrismo llevó a su extremo, prometiendo siempre “más”. En esa cultura, la identidad se volvió frágil: dependiente de un objeto, de una compra, de una novedad tecnológica.
Ese escenario se conecta con otro concepto clave: el sacrificio. La sensación extendida de que para “vivir mejor mañana” hoy hay que desangrarse: trabajar más, gastar menos, resignar salud, derechos o descanso. Convertir el sacrificio en un valor casi sagrado. Y ese lenguaje no es inocente: habla de una cultura donde se pide esfuerzo a quienes ya sostienen el país todos los días.
La conversación también aborda la influencia de la Ciudad de Buenos Aires en la vida política nacional. Una “isla” que no produce alimentos, que no gestiona su basura y que sin embargo define presidentes y rumbos. Una desconexión que convive con enormes militantes porteños, pero también con una mirada muchas veces ajena al esfuerzo cotidiano de las provincias.
Otro eje central es el papel del odio como herramienta política. Entender cómo opera, cómo se instala y cómo puede neutralizarse. La propuesta es lo opuesto: reconstruir desde la bondad, desde el vínculo social, desde la capacidad de construir “arcoíris” y no solo bienes de consumo. Porque cuando la realización depende de una Play o un auto, se genera un vacío que ninguna política puede llenar.
La charla retoma además experiencias de campañas, decisiones internas, silencios que también son mensajes y momentos en los que las estrategias terminaron favoreciendo a adversarios. Pero la mirada final no es solo electoral: es cultural, espiritual y humana. En pandemia —como en otros momentos de la historia— la humanidad se vio empujada a repensarse. Acá también apareció la oportunidad de un “renacimiento” virtuoso.
Finalmente, se recupera una idea que atraviesa todo: el peronismo perdura porque nunca atentó contra la vida, porque siempre se movió en un plano humanista. Y porque, a diferencia de otras corrientes históricas, entendió que la supervivencia y el cuidado son valores centrales en las comunidades más humildes.
En un país donde mucho se grita pero también mucho se dice en silencio, esta reflexión invita a detenerse y escuchar esos mensajes que no se pronuncian, pero que definen elecciones, sentimientos y futuros posibles.


