En este programa de De ida y vuelta abordamos una preocupación que atraviesa a gran parte de los trabajadores y trabajadoras de la Argentina: la ruptura interna del movimiento obrero y la velocidad con la que se están destruyendo estructuras que costaron décadas construir.
Andrea Blandini abrió el debate señalando un punto central: se insiste en que el movimiento obrero es la “columna vertebral” que ordena y organiza las luchas del país, pero esa columna hoy está fragmentada. Mientras el gobierno nacional avanza con medidas que deterioran derechos laborales, los sindicatos enfrentan divisiones internas, apatía generacional y la ofensiva mediática que busca demonizarlos.
Uno de los temas que surgió fue la reciente normativa que habilita a los empresarios a dejar de aportar a los sindicatos. Andrea lo explicó con una metáfora clara: demoler un terreno lleva un día; levantar una pared, un mes. Así funcionan las estructuras sociales: destruir es rápido, reconstruir es lento.
Daniel Ávila, secretario general de los Gráficos de Mendoza, trazó un diagnóstico contundente desde el interior del país. Sostuvo que jamás imaginó un sindicalismo tan replegado frente a semejante avance regresivo. Para él, la unidad entre CGT, CTA y todos los movimientos obreros es indispensable, especialmente porque los trabajadores registrados ya no superan el 40%, siendo superados por la informalidad.
Ávila también remarcó algo que atraviesa a todas las organizaciones: los jóvenes se han vuelto más individualistas y se alejan de la militancia sindical. No ven la magnitud del retroceso que puede venir. Derechos ganados con décadas de lucha pueden perderse sin resistencia si no se logra volver a convocarlos.
Fabiana Yunes aportó una mirada sobre el cambio cultural: la sociedad, dice, fue moldeada para ver al sindicalismo como un problema. Durante años, los medios instalaron que los reclamos eran un capricho o una molestia, y no el último recurso ante la falta de diálogo. Ese proceso de demonización cayó en una provincia donde la mitad de la población vive del Estado y donde los salarios no alcanzan la canasta básica, generando una enorme contradicción social.
Andrea también relató un ejemplo cotidiano vinculado al Día del Celador. Allí surgió una conversación que dejó en evidencia otra realidad: gran parte de los puestos del Estado se siguen obteniendo por favores políticos, no por méritos ni capacitaciones. Cuando eso ocurre, la relación entre el trabajador y el patrón político se vuelve de subordinación total, afectando incluso la libertad de voto.
El cierre dejó una reflexión abierta: si romper estructuras lleva un día y reconstruirlas lleva años, ¿qué hacemos mientras tanto? ¿Quién defiende a los trabajadores en ese lapso? ¿Qué pasa cuando quienes deberían estar al frente de la lucha ya no lo están?
El desafío es enorme, pero también urgente. Y desde este espacio, el compromiso es seguir poniendo el tema en discusión.


