¿Por qué votamos a nuestros verdugos?

En este programa hablamos de algo que atraviesa a la sociedad mendocina y argentina: cómo la política manipula emociones hasta llevarnos a votar contra nuestros propios intereses. Analizamos el miedo, la manipulación mediática, el aislamiento social y ese “síndrome de Estocolmo” político que nos hace justificar al verdugo. Comparto mi mirada —desde un nosotros ciudadano— sobre lo que vivimos hoy dentro y fuera del Estado, y por qué es urgente revisar cómo decidimos y cómo nos vinculamos con el poder.

Hoy pusimos sobre la mesa un tema incómodo, pero necesario: el famoso “síndrome de Estocolmo” aplicado a la política. Esa sensación de ver sectores enteros defendiendo a quienes los ajustan, los controlan, los humillan o les quitan derechos. Y lo hablo desde la experiencia cercana, desde el territorio, desde lo que escuchamos cada semana en nuestra mesa de Otras Voces.

Mientras discutíamos este tema, surgieron ejemplos cotidianos. El licenciado Gabriel contó cómo vive su jornada laboral en el Estado: ocho horas encerrado, con cámaras, biométricos, actas que lo obligan a justificar hasta veinte minutos fuera del escritorio. Y mientras él siente angustia o ataque de pánico, el resto lo vive como si fuera normal. Incluso en Casa de Gobierno ya instalaron molinetes antes del baño. El control total. La vigilancia como método. ¿Y decime si eso no tiene una lógica de sometimiento?

Ahí aparece lo psicológico: esa pulsión que no termina de expresarse en palabras y que a veces nos empuja a lugares donde nos hacen daño, pero seguimos ahí. Lo mismo pasa cuando parte de la sociedad defiende a quienes le quitan derechos, le suben la nafta todos los días, la empujan al miedo, o le prometen soluciones mágicas que nunca llegan.

La manipulación del miedo no es nueva. Lo demostró la publicidad, lo explicó Skinner, lo aplican los gobiernos que saben cómo condicionar. El miedo es la emoción más fácil de manipular. Y cuando se refuerza todo el tiempo —como lo hace el presidente— se genera una sociedad que deja de razonar sin prejuicio, impregnada de un discurso que se repite sin analizar.

También discutimos la fragmentación interna. Muchos trabajadores desocupados, cooperativas y organizaciones sociales nunca fueron abrazados por la estructura gremial tradicional. Y la derecha, que no es ingenua, los tomó, los nombró, los envolvió discursivamente. Mientras tanto, el campo popular todavía se pelea entre sí. Todavía no hace la autocrítica que hace falta. Todavía tiene sectores que no aceptan ni reconocen errores.

Yo misma lo viví: voté en contra de modificar la 7722 y algunos sectores del justicialismo nunca lo digirieron. Pero alrededor había desocupados, cooperativas, trabajadores que habían aprendido un oficio y encontraban dignidad en ese espacio. ¿Cómo no voy a defender lo que está vivo?

El problema es que así se arma una sociedad fragmentada en islas. Si no sos de un partido, no pertenecés. Si no sos de cierta tribu, no servís. Y eso construye el terreno perfecto para repetir los errores una y otra vez: votar a quienes te perjudican, justificar al verdugo, romantizar a quienes no te cuidan.

Por eso hoy preguntamos abiertamente: ¿por qué seguimos votando a quienes nos dañan?
Porque hay manipulación emocional.
Porque hay miedo.
Porque hay discursos que penetran.
Porque hay historia —y mucha— de grietas, golpes, estigmas y relatos que se reciclan.
Porque todavía no construimos una alternativa sólida desde un nosotros real, amplio, maduro.

Y porque cuesta muchísimo dejar atrás al “ex”, dejar atrás lo conocido incluso cuando nos lastima. Como en Friends, ese lapsus donde uno dice el nombre equivocado. A veces queremos volver a lo que nos hizo daño porque es lo único que conocemos.

El gran desafío es justamente ese: animarnos a otra cosa. Pensar la política desde la salud mental, desde los derechos humanos, desde el bienestar colectivo, pintando ese proyecto del color que sea necesario, pero con un único criterio: que haga feliz al pueblo.

Cerramos el programa dejando la pelota picando: ¿cómo nos curamos del síndrome de Estocolmo político?
Lo vamos a seguir charlando el miércoles, 3 de diciembre, Día de la Desmanicomialización y de las Personas con Discapacidad.

Nos vemos en el próximo Argentina Hoy. Porque es desde el nosotros que vamos a salir de esta trampa.

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