Hoy necesito contar lo que está pasando en Mendoza, sin eufemismos y desde esa honestidad que siempre intento sostener: lo que vivimos no es una discusión técnica, es una disputa por el agua, por el futuro y por la dignidad de nuestro pueblo.
En Argentina Hoy recibimos a José Luis Ramón y analizamos una jornada legislativa que dejó mucho más que titulares. Se aprobaron declaraciones de impacto ambiental para proyectos mineros que, lejos de ser “solo exploración”, habilitan un camino directo hacia la explotación a cielo abierto de cobre, oro y plata en Malargüe. Y lo más grave: con irregularidades señaladas por el CONICET y con violaciones a la Ley de Glaciares que el propio gobierno nacional ya anunció públicamente que quiere modificar… a pedido de Cornejo.
Sí, así de claro.
Las mensuras muestran que varios proyectos están directamente prohibidos por ubicarse en zona periglacial. Otros ni siquiera cuentan con información suficiente. Aun así, el oficialismo, con el apoyo de aliados incluido un sector del PJ decidió avanzar. Duele, porque muchos de quienes levantaron la mano hoy llegaron a esas bancas diciendo todo lo contrario.
Mientras tanto, la empresa semiestatal Impulsa Mendoza S.A. se prepara para administrar negocios inmobiliarios en las zonas mineras. Ese es el verdadero motor: tierras que ayer valían poco hoy valen fortunas porque la Legislatura les abrió la puerta. No es desarrollo: es especulación.
Y acá aparece algo que digo hace años: Mendoza está sostenida por empleo público precarizado. En lugares como Uspallata, el 70% depende del Estado. Si hablás, te echan. Si no votás al patrón político, perdés todo. Esa lógica disciplinaria explica por qué algunos hoy se arrogan “mayorías” que no expresan la voluntad real de la gente, sino el miedo a quedarse sin trabajo.
También veo una crueldad institucionalizada que se naturaliza: pacientes oncológicos sin medicamentos, jubilados abandonados, familias que comen una vez al día, gente que no puede pagar el gas en invierno. Y mientras tanto, nos distraen con discursos violentos que instalan odio, división y resignación.
Yo creo profundamente que no podemos responder odio con más odio. Lo dije al aire y lo sostengo: necesitamos reconstruir una política de la bondad. Gestos simples, vínculos reales, volver a mirar al otro. Si dejamos de ver humanidad en el prójimo, ninguna ley, ningún partido y ningún discurso va a salvarnos.
Lo que pasó en la Legislatura no es menor. Es un punto de inflexión. Mendoza vuelve a estar frente a la misma pregunta histórica:
¿De qué lado estamos? ¿Del agua, la agroindustria y la vida? ¿O del extractivismo apurado que deja migajas y destruye la matriz productiva?
No quiero que el debate se cierre acá. Quiero que se abra.
Y que el pueblo mendocino vuelva a decidir su propio destino con información, con coraje y sobre todo con humanidad.


