La interna del PJ en Mendoza hoy

En este episodio analizo, desde mi mirada peronista y ciudadana, lo que dejó el plenario del PJ en San Rafael, la dinámica de las estructuras, la mesa chica de ocho y la ausencia de un proyecto real que le devuelva esperanza a Mendoza. Hablo de lo que está en juego, de lo que no se dice y de lo que debería estar pasando si realmente queremos construir un 2027 con propuestas y no con improvisación.

Hoy, en Ida y Vuelta, me metí de lleno en un tema que nos atraviesa a todas y todos los mendocinos: la interna del PJ, las estructuras que se disputan el rumbo y la sensación de que seguimos achicando el peronismo hasta convertirlo en un espacio cada vez más cerrado.

El plenario de San Rafael dejó en claro que la lógica de las estructuras volvió a imponerse. Por 50 votos contra 22 se decidió que una mesa de ocho personas sea la que elija las listas de concejales en los departamentos desdoblados: La Paz, Santa Rosa, Maipú y San Rafael. Una metodología que nunca fue parte de nuestra tradición y que, además, copia exactamente lo que hizo Cornejo: una conducción concentrada, sin participación real y sin ampliar la base.

Y mientras tanto, el peronismo se entera por los diarios. Eso duele. Porque siento que todo lo que no es “estructura pura” queda afuera del juego. Y no porque no haya ganas, sino porque no hay una conducción que convoque y ordene.

Lo dije al aire: los intendentes no juegan a perder. Pueden perder, claro, pero no buscan perder. Tienen una lectura muy práctica del poder. Pero entre lo práctico y lo mezquino hay una línea muy delgada. Y no estoy viendo que se esté utilizando este tiempo para construir un proyecto que enamore, que genere esperanza, que plantee un horizonte claro hacia 2027.

No hubo contrapresupuesto, no hubo propuesta minera seria, no hubo planteo económico alternativo. Y la gente necesita escuchar certezas. Porque enfrente podrá haber propuestas que no compartimos, pero propuestas al fin. Del lado de nuestro espacio, hoy hay silencio. Y el silencio desespera más que cualquier discurso.

Cuando uno mira hacia adelante, no falta tanto. Cuando volvamos de las vacaciones del 2026 vamos a estar a un año de presentar listas para el 2027. Y en un año se puede hacer muchísimo, siempre que exista un plan. Pero para planificar hay que estar sentados, trabajando, discutiendo y proyectando. Y eso, hoy, no se ve.

El justicialismo tiene una obligación histórica: la felicidad del pueblo. No el sacrificio eterno. No “aguanten 60 años y quizá seamos potencia”, como plantea el gobierno nacional actual. Nuestra doctrina es clara: el pueblo tiene que vivir mejor ya, con dignidad, con proyectos reales, con políticas que protejan derechos y generen futuro.

Pero si no ordenamos nuestras diferencias, si seguimos achicando espacios en lugar de ampliarlos, si permitimos que las estructuras se conviertan en fines en sí mismas… entonces el 2027 nos va a encontrar sin voz y sin propuesta.

Esta reflexión no es contra nadie en particular. Es a favor de Mendoza, a favor de la política que transforma y a favor de ese peronismo que siempre supo poner el cuerpo cuando tocaba reconstruir.

Ojalá este sacudón interno nos sirva para algo: para volver a hablarle a la gente y no entre nosotros. Porque cuando el peronismo deja de enamorar, pierde su esencia. Y cuando pierde su esencia, pierde a la gente.

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