La situación de la salud mental en Mendoza y en Argentina es crítica. Lo vemos todos los días: amenazas de masacres en colegios y universidades, adolescentes armados dentro de las escuelas, récord de suicidios en empleados públicos, policías y penitenciarios, internaciones psiquiátricas arbitrarias, discursos de odio y una ausencia completa de políticas públicas reales. Todo esto ocurre mientras los presupuestos destinados a salud mental no solo no cumplen con la ley, sino que retroceden año tras año.
La película 27 días de Netflix volvió a exponer algo que vivimos de cerca: internaciones sin razones clínicas, abusos de poder, vulneración de derechos humanos. El caso real de Natalia cuyo documental está disponible en YouTube muestra cómo una persona puede ser encerrada por intereses económicos y no por criterios médicos. Ese nivel de arbitrariedad no es cosa del pasado: sigue ocurriendo.
A esto se suma algo aún más preocupante: discursos públicos que promueven odio y violencia hacia quienes padecen problemas de salud mental. No es torpeza, no es desconocimiento: es estrategia. Y esa estrategia está generando consecuencias gravísimas en nuestra provincia.
Mientras tanto, Mendoza destina menos del 1% del presupuesto de salud a salud mental, cuando la ley exige un mínimo del 10%. Peor aún: no hay datos públicos y transparentes que permitan saber cuánto se ejecuta y en qué. La falta de información también es una forma de violencia.
Si realmente aplicáramos la lógica de “encerrar a quienes no encajan”, tendríamos que encerrarnos todos. Como dice la Asociación Argentina de Salud Mental: “De cerca, nadie es normal.”
La salud mental no es un privilegio ni un lujo. Es un derecho humano.
Por todo esto, es urgente que la Legislatura declare la emergencia en salud mental en Mendoza. Y que, además, exija informes detallados, públicos y periódicos sobre presupuesto, políticas, servicios y programas. La sociedad necesita claridad, respuestas y un Estado que cuide en vez de abandonar.
La claridad mental, individual y colectiva es lo primero que intentan atacar quienes gobiernan desde el caos y la confusión. Lo primero que no debemos perder es eso: la capacidad de identificar que esto está mal. Muy mal. Y que podemos y debemos exigir un rumbo distinto.

