En Ida y Vuelta analizamos cómo el voto ya no se decide con la razón, sino con las emociones.
El psicólogo Gabriel Chicone explica que hace décadas las campañas aprendieron a usar tres emociones básicas: ira, amor y miedo. Y, entre ellas, el miedo es la más efectiva.
“El miedo es la emoción más manipulable —dice—. Desde los años 20 se usa para construir identidad política: poner una bandera, crear un enemigo externo y generar cohesión interna. Hoy esa estrategia se perfeccionó con inteligencia artificial.”
Andrea Blandini retoma la idea desde su experiencia política:
“Por eso siempre pregunto a los partidos cómo van a enamorar al electorado. No se trata de convencerlo con argumentos, sino de generar vínculo. La gente necesita sentirse parte, creer que ese candidato podría ser su amigo.”
Ambos coinciden en que el voto ya no responde a programas ni propuestas. Las campañas se llenaron de eslóganes vacíos y mensajes emocionales que sustituyen el debate por la identificación instantánea.
“Antes se entregaban libritos con plataformas. Hoy, apenas un código QR”, dice Gabriel. “La política se volvió marketing afectivo.”
Andrea recuerda su paso por el Partido Verde:
“En esa campaña transmitimos vida. Repartíamos semillas, y la gente me mandaba fotos de sus huertas. Había conexión real. Cuando se perdió esa emoción, el espacio se vació.”
El análisis también recae sobre la juventud.
“Los jóvenes no conocen la historia. No saben quién fue Alberdi o qué defendía Sarmiento. Y por eso no perciben las contradicciones de un libertario cantando Demoliendo hoteles. Se apela a la emoción, no al pensamiento.”
Gabriel lo resume con crudeza:
“No votamos racionalmente. Votamos porque algo nos da miedo o esperanza, aunque no sepamos explicarlo.”
Andrea agrega con ironía:
“Por eso insisto, no está loco. Todo lo contrario. Sabe perfectamente lo que hace. Y espero que los jueces no se olviden de eso cuando tengan que juzgarlo.”
El análisis cierra con una reflexión sobre el poder real:
“En 2017, Macri también pintó de amarillo el país. Poco después lo dejaron solo. El día que a Milei le suelten la mano los poderes que lo sostienen, caerá igual. Porque no sufren ellos: sufre la gente, sufre el más débil.”
Y, antes del corte, Andrea deja las preguntas abiertas:
“¿Nos jubilaremos? ¿Tendremos convenios colectivos? ¿Ya quedó eliminado el trabajo en relación de dependencia?”
Lo que empezó como un análisis político termina siendo una radiografía del presente argentino: una sociedad gobernada por emociones, donde el miedo organiza y la esperanza anestesia.


