Vuelvo a plantearlo con claridad: lo que pasó en el plenario del PJ en San Rafael no fue menor. El justicialismo sabía que tenía una cita. El peronismo —el amplio, el que contiene identidades diversas, el que no se limita a una orgánica— ni siquiera estaba enterado. Y eso duele. Duele porque seguimos achicando el juego en vez de abrirlo.
La personería jurídica convocó a un congreso para definir cómo se elegirán las próximas listas de concejales en los departamentos que desdoblaron. Pero lo que apareció ahí fue un gesto preocupante: una mesa de ocho personas que va a decidir qué listas “convienen” y cuáles no. Eso nunca fue peronismo. Eso es lógica radical, lógica de estructura cerrada, lógica que excluye.
Los intendentes hicieron valer su peso. Stevanato, Destéfanis, Ubieta y Félix dicen que sus estructuras garantizan triunfos locales y que La Cámpora no les aporta. Y es cierto que muchas veces ese “kirchnerismo” jugó en contra. Pero el problema es otro: ¿qué pasa con todo lo que queda afuera de esa ecuación? ¿Qué pasa con el peronismo que no es ni Cámpora ni PJ ortodoxo? Ese peronismo quedó fuera del juego.
Y mientras discutimos eso, se nos vienen fechas absurdas. Presentar frentes el 24 de diciembre y listas el 3 de enero. ¿San Martín hubiese frenado el cruce de los Andes para brindar? No. Pero nuestra dirigencia sí frena para cenar. Hay flojera, falta de responsabilidad y falta de urgencia.
La pregunta que muchos mendocinos me hacen es simple:
¿Hay un proyecto para 2027?
Si uno escucha a los dirigentes, todos dicen que sí, que están trabajando con equipos técnicos. Pero eso no se ve. No hubo contrapresupuesto. No hubo propuesta seria sobre minería. No hubo señal política clara de hacia dónde ir.
Y mientras tanto, del otro lado el gobierno nacional propone sacrificio y sufrimiento como si fuesen valores. Hablan de 2060 como si las veinte generaciones que se caerán por el camino no importaran. Frente a eso, el justicialismo —que nació para hacer feliz al pueblo— no está mostrando la felicidad posible, ni la certidumbre necesaria.
Yo lo digo sin vueltas: el pueblo de Mendoza necesita claridad, proyecto, futuro y decisiones valientes. No una mesa de ocho. No dirigencia cansada el 24 de diciembre. No silencio. El peronismo tiene que volver a ser lo que fue: una esperanza organizada.
Y eso todavía no está pasando.


