Argentina es un país complejo, a veces difícil de entender, y siempre dispuesto a ser desmenuzado. En un año marcado por paros, conflictos y tensiones, este espacio se transformó en un lugar de aprendizaje compartido, donde cada integrante aportó su mirada y su experiencia.
No en todos los ámbitos uno puede aprender y sentirse cómodo al mismo tiempo. Aquí se dio algo distinto: la posibilidad de comunicar, de escuchar y de retroalimentar ideas. Ese ida y vuelta no es menor. La gente del otro lado del micrófono lo merece, y que esos mensajes se multipliquen es parte fundamental de la construcción del nosotros.
Uno de los ejes más importantes del programa fue la necesidad de desmitificar conceptos sobre la salud mental que están profundamente arraigados en la sociedad. Muchos de esos mitos, lejos de ayudar, resultan contraproducentes. Ponerlos en discusión, hablarlos con respeto y claridad, también es una forma de cuidado colectivo y de construcción social.
La experiencia de este programa fue, en ese sentido, profundamente valiosa. Permitió aprender, conocer personas y generar vínculos desde un lugar humano y honesto. En tiempos donde la palabra muchas veces se usa para dividir, sostener espacios de escucha y reflexión se vuelve un acto político en sí mismo.
Construir el nosotros no es una consigna vacía: es una práctica cotidiana que se nutre del intercambio, del aprendizaje mutuo y del respeto. Ese fue, y sigue siendo, el desafío.
