La realidad del trabajo en Mendoza

Mientras desde el poder se repite que la economía mejora y que el país está entre los mejores del mundo, en Mendoza crece el desempleo, cierran empresas y se deteriora la industria nacional. Los datos, las experiencias concretas y la vida cotidiana desmienten el relato oficial. Este no es un debate ideológico: es la realidad que viven miles de trabajadores y trabajadoras.

Volviendo a la pregunta del bloque anterior, hay dos temas centrales que atraviesan hoy a quienes tienen trabajo y a quienes lo perdieron: la tasa de desempleo en Mendoza y la cantidad de empresas que están cerrando.

En la industria gráfica, por ejemplo, ya cerraron cuatro imprentas pequeñas. Eran talleres con dos o tres trabajadores, que pagaban alquiler y sueldos, pero que con la caída del trabajo no pudieron sostener los costos fijos. Son cuatro fuentes laborales menos, y ese escenario se repite en muchos rubros.

Incluso sectores que históricamente sostuvieron actividad, como el vinculado al vino y a las etiquetas, también están en retroceso. El consumo interno de vino cayó un 25% y las exportaciones bajaron un 20%. Eso impacta de manera directa en toda la cadena productiva.

Frente a esto, aparecen respuestas irónicas desde el poder: que la minería va a generar empleo, que habrá nuevos trabajos, que “son 2.000 puestos”. Pero esos números no alcanzan para revertir una crisis estructural ni compensan la pérdida de empleo en otras actividades.

A esto se suma un fenómeno cada vez más visible: importaciones que desplazan producción local. Vino que va y viene entre Chile y Mendoza, carne de Brasil, naranjas de Egipto. Situaciones que ya vivimos en los años 90 y que siempre terminan igual: con perjuicio para la industria nacional.

Los datos de desempleo son claros. En el primer trimestre de 2025, la desocupación en Mendoza subió dos puntos y hoy ronda el 9%. En la industria lechera, empresas grandes como SanCor, Verónica y La Lácteo están en convocatoria de acreedores, con cientos de trabajadores sin cobrar salarios y en una situación crítica.

Desde que comenzó este gobierno, se perdieron más de 400.000 puestos de trabajo en el sector privado, sin contar el empleo público. Puede que este modelo beneficie al sector financiero y a la especulación, pero en el mundo del trabajo solo hay caída, cierre de empresas y más precariedad.

Mientras tanto, desde el gobierno se insiste en un relato desconectado de la realidad. Se dice que el presidente está entre los mejores del mundo, que la inflación baja, que todo mejora. Pero la vida cotidiana desmiente ese discurso: suben los servicios, sube el combustible y el supermercado es cada vez más caro.

Es cierto que algunos productos como electrodomésticos bajaron de precio, pero no son los bienes que se consumen todos los días. La carne, los alimentos básicos y los servicios siguen aumentando. Esa es la economía real.

El problema de fondo es la falta de pensamiento crítico, alimentada por un sistema mediático que repite consignas hasta convertirlas en supuestas verdades. Y mientras eso ocurre, la industria nacional se debilita y los trabajadores quedan cada vez más expuestos.

La pregunta queda abierta: ¿qué hacemos frente a esta realidad? Ese debate continúa en el próximo bloque, cuando abordemos la reforma laboral y las acciones judiciales impulsadas por la CGT.

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