En un contexto donde la situación social en Mendoza se vuelve cada vez más compleja, aparece una verdad que incomoda pero moviliza: no necesitamos dirigentes simpáticos ni cercanos, necesitamos dirigentes que defiendan derechos. Ese fue uno de los ejes de la conversación que dio origen a este contenido y que hoy se transforma en un llamado a la acción colectiva.
Los números son contundentes: para no ser pobre en Mendoza se necesitaron más de $1.100.000, y para no caer en la indigencia, $447.864 por persona. En este escenario, celadores, docentes, jubilados y personas con discapacidad quedan sistemáticamente por debajo de esa línea. La realidad golpea más fuerte que cualquier debate retórico.
A esto se suma la preocupación por declaraciones a nivel nacional sobre la posible eliminación del PMO (Programa Médico Obligatorio), lo que implicaría recortar prestaciones mínimas que deben garantizar las obras sociales. Una señal clara de un tiempo donde la consigna parecería ser “sacar ley, sacar ley, sacar ley”.
Sin embargo, en medio de la incertidumbre, surge un mensaje esperanzador: el trabajo territorial sigue siendo un motor clave. Desde celebraciones comunitarias como el Día de la Tradición en el barrio Newbery, hasta reuniones espontáneas en cafés y garajes para entender el escenario poselectoral, se va reconstruyendo una identidad colectiva que resiste.
Como se planteó en la mesa, no es momento de mezquindades, ni personales ni políticas. Ya hubo errores en el pasado como la falta de unidad frente a la reforma laboral en Mendoza que costaron caro. Repetirlos a nivel nacional sería gravísimo.
Lo que se propone es simple y urgente:
Aunar fuerzas, defender la esperanza y sostener el territorio como punto de partida para las transformaciones reales.
El calendario electoral no define nuestro espíritu: es apenas una medición del lugar desde el cual seguimos construyendo.
Esta charla nos recuerda que la salida no es individual. La salida es colectiva, territorial y profundamente humana.


