Defender lo que costó décadas

En medio de reformas laborales regresivas y una estrategia política que busca desarmar al movimiento obrero, surge una pregunta urgente: ¿cómo defendemos derechos que tardaron décadas en construirse y que hoy pueden derrumbarse en un día? En este análisis conversamos sobre la resistencia sindical, la necesidad de unidad y el valor de mantener claridad mental en tiempos de confusión deliberada.

En este bloque de De ida y vuelta analizamos un tema que atraviesa el presente argentino: la destrucción acelerada de derechos laborales que tardaron generaciones en construirse. Mientras el gobierno nacional avanza con medidas que desfinancian a los sindicatos y debilitan al movimiento obrero, la pregunta que surge es cómo sostener una resistencia organizada en un país donde romper es fácil, pero reconstruir puede llevar décadas.

Daniel Ávila, desde el sindicalismo gráfico, planteó una preocupación compartida: la unidad del movimiento obrero está en riesgo. En el interior del país la realidad se vive con más distancia, pero también con más crudeza. El avance de las reformas laborales con distintos proyectos circulando, todos regresivos genera incertidumbre y obliga a los gremios a reaccionar.

El invitado destacó que una parte fundamental del desafío pasa por recuperar a los trabajadores jóvenes, cada vez más individualistas y menos conectados con la dimensión colectiva del sindicalismo. Derechos que costaron sangre, dijo, podrían perderse sin ninguna resistencia.

A nivel nacional, Walter Correa impulsa una red sindical con más de 300 gremios agrupados, buscando articular fuerzas entre Buenos Aires y el interior. La intención es reconstruir una dirección clara, un bloque capaz de convocar, hablar, movilizar y defender lo que la Constitución ampara.

La conducción del programa subrayó que el primer paso de cualquier resistencia es conservar la claridad mental. Y eso es justamente lo que una parte del poder busca evitar: saturación de mensajes, confusión, contradicciones, manipulación mediática. Cuando un empleado público vota a quien promete quitarle indemnización, vacaciones y estabilidad, no es convicción: es miedo.

En la conversación surgieron ejemplos concretos. El voto atado a favores políticos como los cargos de celadores que se obtienen con “50 votos y un carguito” muestra cómo ciertas estructuras de dependencia distorsionan la libertad de elección. También evidencia cómo sectores del Estado votan en contra de su propio bienestar laboral.

Finalmente, se planteó que la abstención, los votos blancos y nulos también hablan: deslegitiman liderazgos. Cuando la política falla y la representación sindical se fragmenta, la salida vuelve a estar en la calle, bajo el paraguas legal de las organizaciones de trabajadores.

El bloque cerró mencionando una actividad en Santa Rosa vinculada a la salud mental adolescente, y recordando que este tema —lejos de ser marginal— también forma parte de la vida laboral y comunitaria. Porque la salud mental, como los derechos laborales, se construye entre todos o no se construye.

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